Marta: Cantante profesional en la ducha, creadora de múltiples escenarios en mi mente, el mat de yoga como lugar de encuentro conmigo misma, adicta a cualquier video de animales.
Desde pequeña he sentido predilección por el mundo sútil. Como muchos niños, amaba las historias de brujas, hadas, energías...me gustaba pasear por los cementerios, sentir las vibraciones de los árboles y encontrar refugio en mis animales.
A los 8 años, mi sensibilidad se canalizó a través de la música a la par que nacía una energía de autoexigencia y responsabilidad impulsada por la enfermedad de mi hermana y la necesidad de contener a mi madre. Este intento de adoptar una conducta más terrenal y masculina hizo que poco a poco me fuese desvinculando de mi esencia y cerrando la puerta a mis emociones.
Y así fueron pasando los años hasta que un día mis emociones decidieron que no podía seguir escondidas y comencé a somatizar físicamente todo aquello que durante años me había guardado.
Fue a mis 29 años (10 después del fallecimiento de mi padre y unos meses desde el de mi madre) que este hilo de curiosidad se hizo más y más fuerte y me atreví a mirar qué había detrás de la fachada que durante años me había creado, abriendo una puerta a mi propia vulnerabilidad y sensibilidad.
Se trata un camino de trabajo y constancia: la vida es así, nunca da tregua durante demasiado tiempo, tan sólo te pregunta ¿Cómo vas a responder ahora ante esta situación? ¿Vas a seguir repitiendo el mismo patrón o vas a arriesgarte a hacer un cambio? Y así, casi arrastrada por la ola seguí avanzando.
Doy gracias a mis maestros quienes se presentan como profesores, amigos, alumnos... que me permiten reconocerme en ellos y despertar nuevas formas de consciencia, así como a todas a aquellas personas que la vida va poniendo en mi camino.
Lo que primeramente comenzó como una búsqueda para "sanar" un malestar crónico se convirtió en una ruta de autoconocimiento y profundización de una realidad que, sin duda, supera a la ficción.
Cuando comenzamos a ver nuestras sombras y a trabajar con ellas la magia comienza a ocurrir.
No se trata de ocultar aquello que nos nos gusta bajo la alfombra, sino entender qué nos vienen a enseñar.
Negar una parte de nosotros mismos para sentirnos aceptados supone renunciar a nuestra propia esencia. Las imperfecciones son nuestras mayores maestras para evolucionar.
Aprender a gestionar la parte de nosotros que más tememos supone aprender a gestionar nuestro ego, acallar la mente y sentir desde nuestra verdad.
El cuerpo es sabio y tiene la habilidad para autoregularse si le damos esa oportunidad.
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